lunes, 3 de agosto de 2009

Diferencias que diferencian. por Gustavo Blázquez


Las herramientas que usamos para pensar parecieran dividir la realidad del mundo en un conjunto de oposiciones binarias: blanco/negro; arriba/abajo; diestra/siniestra; artes útiles/bellas artes; arte/artesanía; masculino/femenino; vida/muerte; etc. Muchas filosofías occidentales, el pensamiento estructuralista, ciertas historias de las religiones o del arte y todo otro conjunto variado de ciencias, aseguran que estas oposiciones son universales, trascendentes, ahistóricas. Algunos las encuentran estructurando el inconciente y otros la mente o el pensamiento mítico.
Sin embargo, debemos reconocer que los términos no sólo se oponen sino que mantienen entre sí fuertes relaciones jerárquicas. Uno de los polos recibe una valoración superior que coloca al otro en una posición subordinada. Clasificar no significa sólo construir grupos sino también ordenarlos de acuerdo a determinadas relaciones. Toda clasificación implica un orden jerárquico y ni el mundo sensible ni nuestra conciencia ofrecen modelo alguno. ¿De dónde proviene la diferencia (que es siempre) jerárquica? ¿Debemos aceptar entonces que la dominación de un término sobre el otro está inscripta en la naturaleza del pensamiento humano? En torno a esta pregunta se formuló parte de la Sociología y la Antropología.
Para James Frazer, autor del famoso libro “La Rama Dorada”, sostenía que las relaciones lógicas entre las cosas son las que han servido de base a las relaciones sociales. Emile Durkheim y Marcel Mauss, contra el pensamiento dominante en su época, sostuvieron el origen extralógico de las categorías lógicas. Para estos autores, que iniciaron la Escuela Sociológica Francesa, fueron las relaciones sociales entre los seres humanos las que sirvieron de base a las relaciones lógicas entre las cosas. La clasificación de las cosas se ha modelado sobre la organización social más próxima y fundamental de modo tal que la jerarquía lógica no es más que otro aspecto de la jerarquía social.
La lingüística de Saussure, que revoluciona el campo de los estudios del lenguaje, sostiene que todo signo significa sólo en virtud de la diferencia con los otros elementos del sistema de la lengua. El significado del signo depende de aquello que no es; de aquello que excluye. Las “Bellas Artes” son bellas artes en virtud de su no ser “Artes Útiles”; lo “masculino” es tal porque no es “femenino”. Todo signo se constituye en la diferencia.
Pero si es la diferencia la que hace al signo, si el “arte” se constituye en su diferencia con, por ejemplo, las “artesanías”, más que por su propio carácter de “arte”, podemos pensar que cada término, para existir como tal tiene que diferenciarse y expulsar lo diferente que, a partir de ese momento se presentará como una amenaza. Las “Artes Útiles” siempre amenazan, como bien lo sabe el Grabado, la definición de las “Bellas Artes”.
Las diferencias son socialmente e históricamente producidas. Las diferencias producen otras diferencias. Frente a este panorama que nos presentan las ciencias sociales y las ciencias del lenguaje podemos reflexionar acerca del valor epistemológico y político de las diferencias. Si las diferencias se hacen, no deberemos preguntarnos entonces cómo se hacen las diferencias en lugar de buscar en qué secreta esencia se funda la diferencia. Por ejemplo, ¿a través de qué procesos sociales se formaron las diferencias y se trazaron las fronteras entre Bellas Artes y Artes Útiles? ¿La existencia de dos instituciones educativas oficiales en la órbita de la educación pública cordobesa, una dedicada a la enseñanza de las Bellas Artes (la Figueroa) y otra a las Artes Aplicadas (la Spilimbergo), no forma parte de este proceso de creación de diferencias?

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